La fe del carbonero: entre simplicidad evangélica y negligencia culpable


Diego Ramírez

Resumen Este artículo analiza críticamente la expresión tradicional “fe del carbonero” desde una perspectiva filosófico-teológica. Se aborda su significado histórico, su uso en contextos de piedad popular, y se advierten sus posibles riesgos cuando se absolutiza como modelo de vida cristiana. A partir del Magisterio, la doctrina tomista y las distinciones entre conciencia moral vencible e invencible, se argumenta que la fe católica, por su propia naturaleza, debe tender al conocimiento informado, sin por ello despreciar la confianza sencilla del creyente humilde.


Introducción La llamada "fe del carbonero" es una expresión que ha circulado durante siglos en ámbitos católicos para referirse a una actitud de aceptación simple y confiada de las verdades de fe, sin pretensión de comprenderlas ni necesidad de mayor formación teológica. Se la presenta a menudo como el ideal de una fe humilde y dócil. Sin embargo, una lectura más precisa y exigente desde la fe católica plantea la necesidad de discernir cuándo esa fe sencilla es virtud heroica y cuándo puede encubrir negligencia culpable. Este trabajo busca iluminar esa tensión.


1. ¿Qué es la fe del carbonero? La imagen remite al típico carbonero medieval: hombre rústico, sin instrucción, que al ser interrogado sobre su fe, responde que cree lo que la Iglesia cree. El contenido de su fe no está racionalizado, sino confiado plenamente al Magisterio.

Se trata de una actitud de adhesión plena sin cuestionamientos. En sentido positivo, esto puede significar la virtud teologal en su forma más pura: fides qua más que fides quae. Sin embargo, en la práctica, la expresión ha sido usada para justificar cierta ignorancia religiosa voluntaria.


2. El elogio de la fe sencilla en la tradición católica La Escritura y los Padres de la Iglesia exaltan la fe sencilla:

“Revela haec parvulis” (Mt 11,25) — “Lo has revelado a los pequeños”.

San Agustín señala:

“Intellectum valde ama, sed prius crede, ut intellegas.” (Sermo 43, 7) — “Ama intensamente la inteligencia, pero primero cree, para que puedas comprender.”

Santo Tomás de Aquino, sin despreciar la fe sencilla, la enmarca dentro de la búsqueda racional:

“Fides est assensus intellectus veritati divinae ex voluntate motus a Deo per gratiam.” (S. Th., II-II, q.2, a.9) — “La fe es el asentimiento del entendimiento a la verdad divina, movido por la voluntad bajo la acción de la gracia.”

La fe, para Tomás, implica entendimiento, aunque no completo, y siempre perfectible.


3. Peligros de absolutizar la fe del carbonero Afirmar que basta con una fe ciega o puramente delegada puede ser peligroso:

  • Niega el dinamismo de la fe como virtud intelectiva.
  • Contradice el mandato evangelizador y catequético.
  • Puede generar superstición o credulidad acrítica.
  • Puede ir contra el Bautismo, que implica incorporación activa a la vida de Cristo, y no mera pasividad.

El Catecismo enseña:

“La fe debe buscar comprender” (CEC n. 158), y también: “Una fe ciega no es conforme a la dignidad del hombre.” (CEC n. 154).


4. Conciencia invencible y conciencia vencible No es lo mismo alguien que no tiene acceso a una formación por circunstancias históricas, culturales o personales insuperables (conciencia invencible), que quien pudiendo y debiendo formarse, decide no hacerlo (conciencia vencible).

La fe sencilla de una anciana analfabeta puede ser heroica; la ignorancia voluntaria de un universitario bautizado y acomodado, un pecado grave.

El Magisterio reconoce la salvación posible para quien, sin culpa, no conoce a Cristo, pero también advierte:

“Quicumque non fuerit renatus ex aqua et Spiritu Sancto, non potest intrare in regnum Dei.” (Jn 3,5) — “El que no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios.”


5. La relación con el Bautismo y el dinamismo de la fe El Bautismo no es solo un rito de ingreso, sino una incorporación real al Misterio de Cristo, que compromete toda la existencia. La fe, por tanto, no es un estado de pasividad, sino un principio de crecimiento.

El que se bautiza es llamado a:

“intellectum fidei” — “la inteligencia de la fe” (cf. Dei Verbum, 8), por lo que permanecer en la ignorancia voluntaria contradice la lógica sacramental.


Conclusión La fe del carbonero puede ser modelo en cuanto actitud de humildad, confianza y abandono. Pero no puede ser propuesta como ideal normativo en todos los casos. En ciertas circunstancias, puede ocultar pereza intelectual o negligencia culpable.

Frente a quienes afirman que “es preferible la fe del carbonero a una fe informada”, conviene responder que no se trata de una oposición, sino de una integración: la fe auténtica es humilde y confiada, pero también busca comprender, según el principio agustiniano: “crede, ut intelligas”. Preferir la ignorancia a la comprensión sería como preferir el balbuceo al lenguaje claro.

El ideal cristiano es una fe humilde, informada, dinámica y eclesial, que asiente a las verdades reveladas por amor a Dios, y que procura entender lo que cree, conforme a las palabras del apóstol:

“Ad rationabile obsequium vestrum” (Rm 12,1) — “Un culto razonable”.

Solo así la fe no se estanca ni se deforma, sino que madura en caridad y verdad.


Bibliografía 

Catecismo de la Iglesia Católica. (1997). Librería Editrice Vaticana.

Concilio Vaticano II. (1965). Constitución dogmática Dei Verbum. En Documentos del Concilio Vaticano II. BAC.

Santo Tomás de Aquino. (1992). Suma Teológica (BAC, trad. español-latín). Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

San Agustín. (1995). Sermones. En Obras completas (BAC). Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

Biblia Sacra Vulgata. (2007). Editio typica. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.



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