El abandono del pensamiento de Santo Tomás de Aquino en algunos sectores de la Iglesia Católica

 



Por Diego Ramírez


> “Santo Tomás de Aquino… es la guía segura del pensamiento cristiano.”

— San Juan Pablo II, Fides et Ratio, n. 43




Introducción


Durante siglos, la Iglesia ha reconocido en Santo Tomás de Aquino a uno de los más grandes pensadores cristianos, cuya síntesis entre razón y fe no solo iluminó su tiempo, sino que sigue siendo una brújula confiable para navegar los desafíos contemporáneos. Sin embargo, en las últimas décadas, ciertos sectores de la Iglesia Católica —incluyendo instituciones educativas, centros teológicos y pastorales— han optado por abandonar o minimizar su pensamiento. Este abandono, que a veces se presenta como un avance hacia una mayor apertura o pastoralidad, implica en realidad una pérdida de profundidad, coherencia doctrinal y capacidad de discernimiento.


Este artículo propone una reflexión sobre las causas, implicancias y urgencia de recuperar la herencia viva del Doctor Angélico para el pensamiento y la misión de la Iglesia en el siglo XXI.

1. El lugar de Santo Tomás en la tradición de la Iglesia


Desde el siglo XIII, la figura de Santo Tomás fue considerada modelo de pensamiento cristiano. Su capacidad para integrar la filosofía clásica con la teología católica, y su fidelidad al depósito de la fe, le otorgaron un lugar central en la formación de clérigos y laicos.


El Papa León XIII, en la encíclica Aeterni Patris (1879), impulsó el llamado “renacimiento tomista”, proclamando que:


> “La filosofía de Santo Tomás… eleva la dignidad de la razón humana, y la hace fecunda en verdades.”


Más adelante, Pío XI en Studiorum Ducem (1923), lo declara “Patrono de todas las escuelas católicas”. Y el Concilio Vaticano II, lejos de rechazarlo, recomendó explícitamente su estudio:


> “Los estudios filosóficos deben apoyarse en el patrimonio filosófico perennemente válido, teniendo en cuenta especialmente la obra de Santo Tomás de Aquino.”

(Optatam Totius, n. 16


2. Causas del abandono


El abandono del pensamiento tomista no ha sido casual, ni meramente académico. Ha respondido a varios factores históricos y culturales:


a) Ruptura interpretativa del Concilio Vaticano II


Muchos teólogos adoptaron una lectura del Concilio en clave de discontinuidad con la tradición, marginando toda teología “preconciliar” como superada, incluida la de Tomás. Esto ha sido corregido por el Magisterio posterior, pero aún persisten ecos de esa ruptura.


b) Influjos filosóficos modernos


Corrientes como el existencialismo, el historicismo, el marxismo cultural o el heideggerianismo han seducido a muchas facultades de teología, desplazando a la metafísica del ser por análisis centrados en la experiencia, el lenguaje o la estructura social.


c) Praxis sobre doctrina


El énfasis en la “pastoralidad” ha sido, en ciertos casos, malentendido como oposición a la verdad objetiva. La fe se reduce a acción sin contenido doctrinal sólido, y la moral a acompañamiento sin conversión.


d) Decadencia formativa


Muchos seminarios y universidades han abandonado el estudio sistemático de la filosofía y teología tomistas, formando generaciones con escasa preparación intelectual para enfrentar los desafíos culturales y espirituales de nuestro tiempo.


3. Consecuencias doctrinales y pastorales


El abandono de Santo Tomás tiene efectos tangibles y graves:


a) Desorientación doctrinal


Sin categorías claras sobre la naturaleza, el ser, la ley y la gracia, muchos discursos eclesiales caen en contradicciones o ambigüedades. Se diluye la doctrina en favor de una “narrativa” débil.


b) Pérdida de claridad moral


Sin ley natural ni principios objetivos, se justifica casi cualquier conducta en nombre del discernimiento. La moral católica se vuelve relativista, especialmente en temas como sexualidad, familia o vida.


c) Fragilidad apologética


El pensamiento tomista permite dialogar con toda cultura desde fundamentos racionales. Sin él, la Iglesia pierde capacidad de argumentar y testimoniar la verdad con solidez ante el mundo moderno.


d) Deformación del concepto de misericordia


Separada de la verdad, la misericordia se convierte en sentimentalismo. Sin el equilibrio tomista entre justicia y caridad, se vacía el Evangelio de su poder transformador.


4. ¿Por qué volver a Santo Tomás?


Volver a Santo Tomás no es una nostalgia académica, sino una necesidad espiritual, pastoral y misionera.


> “La doctrina de Santo Tomás… tiene un valor perenne. Con ella, se forma rectamente la inteligencia, se fortalece la voluntad y se ilumina la fe.”

— Pío XII, Humani Generis


Su pensamiento no se opone al diálogo, sino que lo posibilita. No encierra la fe en conceptos, sino que la libera del subjetivismo. No margina la experiencia, sino que la ilumina con el ser.


En tiempos de confusión, el tomismo ofrece:


Una metafísica realista, que reconoce el ser como fundamento de toda verdad.


Una antropología integral, que une cuerpo y alma, razón y libertad.


Una ética objetiva, que reconoce el bien natural y sobrenatural del hombre.


Una teología ordenada, fiel a la Sagrada Escritura y al Magisterio.


Conclusión: La fidelidad a Santo Tomás como camino de renovación


Hoy más que nunca, necesitamos recuperar el alma tomista de la Iglesia. No como ideología, sino como sabiduría encarnada, al servicio de la Verdad que libera (cf. Jn 8,32). No es posible una renovación sin raíces. No es posible una fe madura sin pensamiento riguroso.


Como recordó Benedicto XVI:


> “Santo Tomás nos enseña que fe y razón, lejos de oponerse, se sostienen y elevan mutuamente. El tomismo no es una escuela cerrada, sino una escuela abierta a la verdad total.”

Recuperar a Santo Tomás no es volver al pasado, sino preparar un futuro firme y luminoso para la Iglesia. La ignorancia de su pensamiento es una herida; su redescubrimiento, una gracia.


Bibliografía


León XIII, Aeterni Patris (1879)


Pío XI, Studiorum Ducem (1923)


Pío XII, Humani Generis (1950)


Concilio Vaticano II, Optatam Totius (1965)


San Juan Pablo II, Fides et Ratio (1998)


Benedicto XVI, Discurso sobre Santo Tomás (Audiencia, 2 de junio de 2010)


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