“EL ORIGEN DE LA CARIDAD”




Biblioteca universitaria. Afuera llueve, suave. El silencio adentro es casi sagrado. Diego observa por la ventana con expresión grave. Máximo está frente a él, hojeando un libro de Santo Tomás. Entre ellos hay una pila de textos de teología y filosofía medieval. La conversación nace sin apuro.


DIEGO

(Con voz introspectiva)

Ayudar, consolar, hacer el bien al otro… ¿eso no basta?

Hay quienes no creen en Dios, y sin embargo, se entregan por los demás.

¿No es eso caridad?


MÁXIMO

(Levanta lentamente la vista)

Es amor humano. Compasión.

Pero la caridad, en su sentido más pleno, no nace del hombre… sino de Dios.

Es participar del mismo amor con que Dios ama.


DIEGO

¿Entonces todo acto bueno hecho sin fe está incompleto?


MÁXIMO

No está vacío, pero sí limitado.

Amar al prójimo sin amar a Dios es como regar una planta sin raíz.

Puede florecer por un tiempo, pero no permanece.


DIEGO

(Suspira, pensativo)

A veces he sentido ternura, misericordia… incluso por quienes me hirieron.

Pero cuando no oro, cuando me alejo… ese amor se marchita.

Me vuelvo frío, calculador. Amable… pero hueco.


MÁXIMO

La caridad auténtica no es simplemente un gesto afectuoso, ni una filantropía eficaz.

Es la virtud teologal que une al hombre con el fuego de Dios.

Amar al prójimo sin Dios es como reflejar el sol sin calor.

Pero amar al prójimo en Dios… es dejar que el mismo Cristo ame en ti.


DIEGO

¿Y si uno sirve a los pobres, consuela a los tristes, acompaña a los enfermos… pero no reza, no adora, no busca a Dios?


MÁXIMO

Entonces lo hace desde su humanidad, no desde la gracia.

Y aunque esos actos pueden ser buenos, no son salvíficos por sí solos.

Porque sin Dios, el bien puede volverse vanagloria, búsqueda de aprobación, autojustificación.

Solo el amor que nace de Dios vuelve eterno lo que tocas.


DIEGO

(Pregunta en voz baja)

¿Entonces primero es Dios… luego el otro?


MÁXIMO

No es una jerarquía en el tiempo, sino en el corazón.

“El que no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4,20)…

Pero también: “El que no ama a Dios sobre todas las cosas, no puede amar de verdad a su hermano.”


DIEGO

(Con una chispa de comprensión)

Entonces… no se trata de elegir entre Dios y el prójimo.

Sino de amar al prójimo con el amor de Dios, no con el mío.


MÁXIMO

Exactamente.

Todo amor que no brota de la Fuente… acaba secándose.

Pero si Dios es el primero en tu corazón, entonces amarás al otro no por lo que te da… sino por lo que es a los ojos de Dios:

un hermano, un alma eterna, alguien por quien Cristo murió.


DIEGO

(Se queda en silencio. Mira la cruz colgada al fondo de la biblioteca. Luego susurra)

Tal vez por eso mis obras se vuelven ceniza cuando pierdo la oración.

Sirvo… pero no me ofrezco.


MÁXIMO

Porque la caridad verdadera no da cosas: se da a sí misma.

Como Cristo.

Y solo el que ama a Dios puede amar hasta la cruz.

Hasta el perdón.

Hasta el silencio fecundo del que sufre y no se defiende.


DIEGO

(Con un nudo en la voz)

Entonces… solo quien ama a Dios puede amar incluso a sus enemigos.


MÁXIMO

Sí.

Porque solo en Dios el amor no tiene límites.


Larga pausa. El silencio no incomoda. Afuera la lluvia cesa. Una luz dorada entra por los ventanales y cae sobre los libros abiertos.


Bibliografía implícita y recomendada:


Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1822–1829, 2069, 2083–2086.


Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-IIae, q.23–27 (sobre la caridad).


San Agustín, De doctrina christiana, libro III.


San Juan de la Cruz, Llama de amor viva.


Benedicto XVI, Deus Caritas Est.


Romano Guardini, Las virtudes.


Jacques Maritain, Del amor y la amistad.


1 Corintios 13 – "El himno a la caridad"


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