El juicio será sin misericordia para quien no tuvo misericordia
Diego Ramírez
Introducción
La sentencia contenida en la epístola de Santiago –«El juicio será sin misericordia para quien no tuvo misericordia» (Sant 2,13)– es tan breve como cortante. Traducida con vigor por Mons. Juan Straubinger como: «Porque el juicio será sin misericordia para aquel que no usa de misericordia. Pero la misericordia triunfa sobre el juicio», la afirmación encierra una clave decisiva para la teología moral y sacramental.
¿Cómo comprender la relación entre misericordia y juicio, entre el perdón que recibimos y la compasión que ofrecemos? ¿Puede un cristiano pedir la gracia del perdón sin ejercitar la misericordia hacia su prójimo? Este artículo propone una reflexión desde las Escrituras, los Padres y Doctores de la Iglesia, y el Magisterio, poniendo especial énfasis en la praxis concreta del Sacramento de la Reconciliación.
1. El juicio sin misericordia: una advertencia escatológica
La advertencia del Apóstol Santiago no es meramente exhortativa, sino escatológica: quien niega la misericordia, se excluye de su efecto salvífico. San Agustín lo explica así:
> «¿Qué otra cosa quiere decir el Señor cuando enseña a pedir perdón ‘como también nosotros perdonamos’? Si retienes el perdón a tu hermano, tú mismo te cierras el perdón de Dios» (Sermón 83, 2).
La reciprocidad entre la misericordia recibida y la ofrecida no es simétrica, pero sí vital: Dios no perdona porque nosotros perdonemos, sino que nos hace capaces de perdonar al habernos perdonado primero. No obstante, rechazar la misericordia hacia el otro es rechazar la lógica misma del perdón divino.
2. El sacramento de la confesión y la misericordia divina diaria
La misericordia de Dios se derrama día a día en el Sacramento de la Reconciliación, que es el tribunal de la misericordia (cf. San Juan Pablo II, Reconciliatio et Paenitentia, 31). Allí el pecador se reconoce tal, expone su miseria y es restaurado por la gracia.
No obstante, el actuar sin misericordia hacia el prójimo, en especial cuando esa falta es concreta y consciente, puede comprometer la eficacia espiritual del sacramento si no se reconoce como pecado.
> Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1451):
"Entre los actos del penitente, la contrición ocupa el primer lugar. Es un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar."
Si el cristiano omite la misericordia y no la incluye en el examen de conciencia, podría presentarse ante el confesionario sin el debido dolor por haber cerrado su corazón a Cristo en los hermanos.
3. ¿Basta el sacramento si no hay reparación?
Aquí entra una cuestión clave: ¿es suficiente confesar una falta de misericordia para obtener el perdón, o debe repararse concretamente el daño causado?
> Catecismo (n. 1459):
“La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado ha causado. Debe hacer lo posible por reparar el daño.”
San Juan Crisóstomo insiste:
> «No basta con dejar de pecar, sino que es necesario también borrar la mancha con las lágrimas, la limosna, el perdón al prójimo, la humildad» (Hom. sobre el Evangelio de Mateo, 15).
La reparación no es sólo un gesto externo, sino una obra de justicia nacida de la misericordia recibida. Quien ha sido perdonado, repara no por obligación, sino por amor.
Si no se puede reparar directamente, se puede:
Pedir perdón si se ofendió a alguien.
Rezar y ofrecer penitencia por quien fue dañado.
Hacer obras concretas de misericordia como signo de conversión real.
4. El vínculo entre la justicia y la misericordia
La Iglesia no opone justicia y misericordia. Como enseña Santo Tomás de Aquino:
> «La misericordia sin la justicia es madre de disolución; pero la justicia sin misericordia es crueldad» (S. Th. II-II, q. 30, a. 3 ad 1).
Dios no es menos justo por ser misericordioso, ni menos misericordioso por ser justo. La misericordia “triunfa sobre el juicio” (Sant 2,13) porque es el modo divino de ejercer la justicia hacia los que se convierten con corazón contrito.
Conclusión
La advertencia de Santiago se convierte en un llamado urgente para todos los creyentes: no se puede recibir la misericordia divina si uno la niega activamente al prójimo. El Sacramento de la Reconciliación es un don precioso, pero exige un examen profundo, que incluya la revisión del amor vivido hacia el otro.
Por tanto, si en nuestro camino cristiano hemos omitido la misericordia, especialmente hacia alguien concreto, no basta una confesión genérica. La justicia evangélica requiere que confesemos esa omisión como pecado y, si es posible, la reparemos con humildad, perdón, oración o gesto concreto. Solo así el corazón se vuelve morada de la misericordia que salva.
---
Bibliografía
Biblia. Versión de Mons. Juan Straubinger, Ed. Guadalupe.
Catecismo de la Iglesia Católica, Libreria Editrice Vaticana, 1992.
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II.
San Juan Crisóstomo, Homilías sobre Mateo.
San Agustín, Sermones.
San Juan Pablo II, Reconciliatio et Paenitentia, 1984.



Comentarios
Publicar un comentario